Evangelio Domingo 31 de Enero 2021


 


Evangelio según Marcos 1, 21-28

En aquel tiempo, se hallaba Jesús a Cafarnaúm y el sábado siguiente fue a la sinagoga y se puso a enseñar. Los oyentes quedaron asombrados de sus palabras, pues enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.

Había en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar: “¿Qué quieres tú con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a acabar con nosotros? Ya sé quién eres: el Santo de Dios”. Jesús le ordenó: “¡Cállate y sal de él!” El espíritu inmundo, sacudiendo al hombre con violencia y dando un alarido, salió de él. Todos quedaron estupefactos y se preguntaban: “¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta? Este hombre tiene autoridad para mandar hasta a los espíritus inmundos y lo obedecen”. Y muy pronto se extendió su fama por toda Galilea.

Palabras del Papa Francisco

El Evangelio de este domingo  forma parte de la narración más amplia conocida como la «jornada de Cafarnaún». En el centro del pasaje de hoy está el evento del exorcismo, a través del cual Jesús es presentado como profeta poderoso en palabras y en obras.

Él entra en la sinagoga de Cafarnaún en sábado y se pone a enseñar; las personas permanecen sorprendidas por sus palabras, porque no son palabras comunes, no se parecen a lo que escuchan normalmente. Los escribas, de hecho, enseñan pero sin tener una autoridad propia. Y Jesús enseña con autoridad. Jesús, sin embargo, enseña como uno que tiene autoridad, revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe fundar la propia enseñanza solo sobre las tradiciones precedentes. Jesús tiene una autoridad plena. Su doctrina es nueva y el Evangelio dice que la gente comentaba: «Una doctrina nueva, expuesta con autoridad» (v. 27).

Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso también en las obras. En la sinagoga de Cafarnaún hay un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se manifiesta gritando estas palabras: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios» (v. 24). El diablo dice la verdad: Jesús ha venido para destruir al diablo, para destruir al demonio, para vencerlo. Este espíritu inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también la santidad. Jesús lo grita, diciéndole: «Cállate y sale de él» (v. 25). Estas pocas palabras de Jesús bastan para obtener la victoria de Satanás, el cual sale de ese hombre «agitándole violentamente», dice el Evangelio (v. 26).

Este hecho impresiona mucho a los presentes; todos se quedaron pasmados y se preguntan: «¿Qué es esto? […] Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen» (v. 27). El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no pronuncia solo palabras, sino que actúa. Así manifiesta el proyecto de Dios con las palabras y con el poder de las obras. En el Evangelio, de hecho, vemos que Jesús, en su misión terrena, revela el amor de Dios tanto con la predicación como con innumerables gestos de atención y socorro a los enfermos, a los necesitados, a los niños, a los pecadores. Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina las calles, a veces oscuras, de nuestra existencia; nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en la gran gracia que es para nosotros haber conocido a este Dios tan poderoso y bueno! Un maestro y un amigo, que nos indica el camino y nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.

Que la Virgen María, mujer de escucha, nos ayude a hacer silencio alrededor y dentro de nosotros, para escuchar, en el estruendo de los mensajes del mundo, la palabra con más autoridad que hay: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, también de la del Maligno.


Oración:

Señor, ante tu autoridad y tu poder divinos, unos te admiran y otros se escandalizan: estos siempre encuentran un "pero" ,y es que haces milagros en sábado. Acepta mi decisión de admirar cada día mas tu palabra y tus obras. Pero ojalá mi admiración no se quede en un sentimiento vano, sino que me mueva a seguir tus pasos. Tú pasaste por el mundo haciendo el bien. ¿Se puede decir eso de mí hasta hoy? ¡Cuánto me gustaría que lo dijeras! Por mi parte quiero intentarlo.


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