VISITA AL SANTÍSIMO EN EL MONUMENTO EUCARÍSTICO, DESDE CASA





VISITA AL SANTÍSIMO EN EL MONUMENTO EUCARÍSTICO, DESDE CASA

Esta oración se puede hacer entorno a un icono de Cristo, con alguna vela encendida para crear un ambiente de oración.


         En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
        
Hoy queremos acompañarte, Señor, como familia, en estos momentos que preceden a la entrega de tu vida por nuestra salvación. En estos tiempos de incertidumbre y zozobra queremos acoger y profundizar en los tres grandes regalos con que nos obsequias: la Eucaristía, el sacerdocio y el amor fraterno.
Disponnos a la oración en esta nuestra Iglesia doméstica. En este momento nos sentimos unidos a toda la Iglesia y a esta humanidad doliente, que vive con preocupación este momento singular de nuestra historia. Danos la gracia de disponer nuestra mente y nuestro corazón para estar contigo, dejando de lado otras distracciones

ESCUCHAMOS LA PALABRA DE DIOS: LUCAS 22, 39-46

         Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Lucas.

EN aquel tiempo, Jesús salió y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
«Orad, para no caer en tentación».
Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo:
«Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya».
Y se le apareció un ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia, oraba con más intensidad.  Y le entró un sudor que caía hasta el suelo como si fueran gotas espesas de sangre.
Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo:
«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en tentación».

PALABRA DEL SEÑOR.
SILENCIO MEDIATIVO.

MEDITACIÓN:

Jesús, ante el momento definitivo de su vida, se rodea de los suyos y estos lo dejan solo, se duermen. ¡Cuántas veces nosotros te dejamos solo, Señor! Nuestras ocupaciones, gustos, aficiones nos ocupan muchos momentos de nuestro día. Encontramos tiempo para todo, menos para ti. La causa, Señor, es que en nuestra vida hay otras prioridades. Pero de repente, un pequeño virus, trastoca nuestros proyectos y nos llena de temor.
Hoy queremos acompañarte en oración antes de afrontar tu misión decisiva: entregar la vida por nuestra salvación.
Queremos que tú ilumines nuestra existencia y tantas situaciones y personas que necesitan, en este tiempo de modo especial, sentirse queridas por ti, a través de la acogida y de la cercanía que tus discípulos les brindemos.
Nos disponemos a este encuentro orando con estas súplicas.


·       Cuando todos te abandonan, cuando Judas te traiciona, cuando el Sanedrín prepara tu condena. NOSOTROS QUEREMOS ESTAR CONTIGO.

·       Cuando los discípulos duermen. NOSOTROS QUEREMOS VELAR CONTIGO.

·       Cuando los soldados te prenden. NOSOTROS QUEREMOS DEFENDERTE.

·       Cuando Pedro te niega tres veces. NOSOTROS QUEREMOS CONFESARTE.


Señor Jesús,
en esta hora de silencio y de paz,
al adentrarnos en la noche de tu entrega,
en que las sombras de la inquietud se acercan, queremos estar contigo
que nos amas hasta el extremo.

Tú has puesto para nosotros lo que tú eres; nosotros ponemos ante ti lo que somos, para adorarte en espíritu y en verdad.

En la intimidad profunda de esta noche santa, en que tus palabras son tu testamento,
tu voluntad última, tu oración, haz de nosotros amigos fieles, discípulos verdaderos, enamorados de tu amor.

Es noche de Alianza Nueva, de banquete del Reino; noche sacerdotal
en que del todo te consagras; tiempo de orar y velar,
noche de gracia en que nos salvas.

Acepta, Señor, nuestra compañía en esta hora; siembra en nosotros tu Evangelio
y haznos capaces de vivir contigo y desde ti todas las cosas,
amando, como tú, hasta el extremo.

Ponemos ante ti el dolor y la soledad de tantos hijos e hijas tuyos, golpeados por el coronavirus
en este tiempo y danos la gracia de sentir que estás con nosotros
y entregas tu vida por nosotros tus hijos.


Esto es mi Cuerpo entregado
Oramos por el don de la Eucaristía
 
Hoy no hemos podido celebrar la Misa de la Cena del Señor, nos hemos unido a ella a través de los medios de comunicación.
En aquel memorial de la Pascua, sintetizaste toda tu vida en un pedazo de pan y un poco de vino, signo de tu vida entregada por amor: «Habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo».
Cada día en la Eucaristía te ofreces como alimento para nuestro peregrinar hacia la casa del Padre y para construir un mundo fraterno, humano y humanizador. Un alimento que nos alienta a caminar en santidad conscientes de que Dios lo pide todo, y lo que ofrece es la verdadera vida, la felicidad para la cual fuimos creados. Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada o licuada (GE 1).
¡Cuántas veces la Eucaristía no es el centro de nuestra vida! ¡Cuántas veces es profanada de palabra y de obra!
¡Cuántos olvidos de tu presencia en el Sagrario donde siempre nos esperas! ¡Cuántas veces convertimos en un rito vacío que no nos lleva a dar la vida en servicio a los hermanos, como haces tú con nosotros!
Hoy, Señor, queremos adorarte y darte gracias por quedarte con nosotros hecho pan de vida y vino de alegría para nuestro caminar, en este momento difícil para nuestro mundo. Queremos reparar, de algún modo, tantas ofensas y pedirte que no dejes de amarnos. Por eso, oramos juntos diciendo: Te damos gracias, Señor.

·       Por el Misterio Pascual de tu muerte y resurrección. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por el pan y el vino de la Eucaristía. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por haberte quedado con nosotros. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por haberte abajado y haber asumido nuestras debilidades. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por tu amor hasta la muerte. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por tu presencia permanente. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por la fuerza de tu resurrección. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.
·       Por el aliento de tu Espíritu. TE DAMOS GRACIAS, SEÑOR.

Señor Jesús, tenemos mucho que agradecerte. Vivimos hoy como comunidad, como Iglesia, gracias a la Eucaristía actualizada por tus sacerdotes y prolongada en la práctica del amor fraterno, tan importante en este momento que nos ha tocado vivir. Enséñanos a valorar tu presencia en nuestros sagrarios, oasis para recuperar la esperanza. Haznos crecer en deseos de conocerte y permanecer junto a ti, para que nuestra norma de conducta sea siempre vivir en tu seguimiento, creciendo en santidad, dando frutos de bondad, de alegría, de perdón, de unidad y de fraternidad. Cuidando, como tú nos enseñaste, los pequeños detalles en la vida cotidiana y que hoy pueden ser la fuerza de esta humanidad golpeada por el coronavirus (cf. GE 143).
Permanecemos aquí, Señor, dejando que tu amor caliente nuestro frío corazón con tu vida hecha Pan de Eucaristía.
Un cristiano, como el sarmiento, solo puede tener vida si permanece unido a la vid. Solo tendremos vida si nos alimentamos de la savia nueva de Cristo, Pan de vida.

SILENCIO MEDIATIVO.
ESCUCHAMOS LA PALABRA DE DIOS: Juan 6, 33-34. 36-39

         Escuchad ahora, hermanos, las palabras del santo Evangelio según san Juan.

EN aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
«El pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron:
«Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Como os he dicho, me habéis visto y no creéis. Todo lo que me da el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré afuera, porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Esta es la voluntad del que me ha enviado: que no pierda nada de lo que me dio, sino que lo resucite en el último día».

PALABRA DEL SEÑOR



Vivimos en un mundo absorbido por la utilidad y el pragmatismo. Solo nos preocupa el pan material, los bienes, el para qué sirve o cuánto gano con esto. Tener más, para gastar más y disfrutar más.
Jesús, en cambio, nos habla de un pan diferente que alimenta una vida nueva, una vida para siempre. Un pan que es su vida entregada por nosotros, para nuestra salvación.
Hoy también te decimos: «Señor, danos de este pan». Mejor, ayúdanos a descubrir que ese pan es la Eucaristía para que así recupere el lugar central que debe tener en nuestra vida. Que la valoremos y no vivamos regateando tiempo, despreocupados de entender lo que hacemos y por qué se hace.
Señor, que la Eucaristía sea el centro y culmen de nuestra vida, pero no lo único. Que ella nos lleve a comprender la necesidad de formarnos en la fe, para dar razón de lo que creemos y celebramos y testimoniarlo en el servicio a los hermanos. Que ella sea luz para que podamos comprender los tiempos de incertidumbre, de miedo y dolor como este que nos toca vivir. Que en ella encontremos fuerza para abriros a la esperanza. Señor, a ti, hecho pan de Vida, te presentamos en este momento nuestros sentimientos y vivencias y las de nuestros hermanos; el dolor y la esperanza de este mundo que sufre y necesita de tu fuerza, de tu Pan de Vida.

Sigue un momento de silencio en el que cada uno presentamos al Señor, Eucaristía, nuestros sentimientos ante este momento que vivimos


Señor, entregaste tu vida por nuestra salvación y nos dejas el gran don de la Eucaristía, el sacerdocio y el amor fraterno, para prolongar en el mundo tu estilo de vida.
Al concluir este momento de oración, dirigimos nuestra mirada a tu Madre, que con el alma traspasada de dolor viviría estos momentos de tu Pasión, para que ella interceda ante ti por todos nosotros, de modo especial por los más vulnerables y golpeados por esta pandemia, diciendo:

Y todos juntos dicen:

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios;
no desoigas las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades, antes bien
líbranos de todo peligro,
¡oh, Virgen gloriosa y bendita! Amén.

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén

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